jueves, 22 de enero de 2009

Cómo reprender a un miembro de nuestro equipo

En "El ejecutivo al minuto" se cuenta la siguiente historia:

"En otros tiempos, ya muy lejanos en la antigua China, un emperador nombró a un segundo para que le ayudara a administrar el país. Llamó al que, dicho de otro modo, había pasado a ser su primer ministro y le dijo: "¿Por qué no nos dividimos las tareas? ¿Por qué no se encarga usted de todos los castigos y yo de todas las recompensas?". El primer ministro respondió: "Muy bien. Yo infligiré todos los castigos y vos concederéis todas las recompensas".

Pero el emperador pronto se dio cuenta de que cuando pedía algo a alguno de sus servidores, unas veces cumplían sus órdenes y otras no. Sin embargo, si era el primer ministro quien las daba, le obedecían en el acto. Así pues, el emperador llamó al primer ministro y le dijo: "¿Por qué no volvemos a dividir nuestras tareas? Ha estado usted infligiendo los castigos por algún tiempo. A partir de ahora, yo repartiré los castigos y usted las recompensas". Por lo tanto, el emperador y el primer ministro intercambiaron sus funciones.

Pues bien, el emperador, que se había mostrado bondadoso con todo el mundo y había concedido muchas recompensas, en virtud del acuerdo con su primer ministro empezó a castigar a la gente. Sus súbditos decían: "¿Qué le pasa a ese viejo chiflado?", y empezaron a tenerle ojeriza. Hasta que pensaron en su sustitución, diciéndose unos a otros: "¿Sabéis quién sería el más indicado para ocupar su puesto? El primer ministro". Y así fue: depusieron a uno y colocaron en el trono al otro".

Moraleja: En muchas ocasiones, los jefes, cuando tienen que llamar la atención a un miembro de su equipo, atacan a la persona, no su mala conducta, dañando las relaciones entre ambos. La conversación, que debe ser privada, suele acabar con un gran resentimiento mutuo, cuando no a gritos. Y el miembro del equipo se siente vejado, porque se cuestiona no sólo su valía profesional sino también personal. En realidad, lo primero que se tendría que hacer es decirle lo que hizo mal (y se hace lo más rápidamente posible), después se expresa (con respeto hacia la persona) nuestra opinión sobre su conducta y, por último (y esto es tan necesario como todo lo anterior), se le recuerda su valía y sus merecimientos. Pero, ojo, primero se reprende y luego se elogia.

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